Me cuesta aceptar esto
de estar fuera un rato. Es duro ver que la vida sigue sin mí; sigo estando, pero
de otra manera, a un costado del camino, como un observador, y a veces como
protagonista pero desde otra vereda, una nueva, que no conocía. Las actividades
en que participaba siguen sucediendo, pero yo no puedo participar de ellas; mi
mente sigue girando a mil por hora, pensando en las mil cosas que tengo ganas
de hacer y volver a hacer, y en las que me estoy perdiendo. Hay días en que
despierto con full energía, con muchas ganas de vivir como antes, de hacer una
vida “normal”, pero mi ser interior se encarga de recordarme que debo ser
consciente y cuidadosa con mi cuerpo, que debo ir con calma, que debo darle
tiempo a este proceso, y me lo hace saber constantemente a través de mi cuerpo.
¿Qué más te tiene que
pasar para que detengas?!!! La otra pechuga??? Una pierna??? Una mano??? Me
preguntaba la Caro el otro día. Guau, espero que nada más le respondí; y su
pregunta quedo rebotando por días en mi cabeza. No puedo caer en la misma
nuevamente, no puedo dejar que se me arranque la chica que siempre está bien,
ni la “yo te ayudo”, la “yo debo” o la “yo me la puedo”, porque esas no me
funcionaron; no es que tenga que eliminarlas de mi vida, sin duda son parte de
mí, pero no puedo dejar que ellas me gobiernen. Es tiempo de que mande el Yo Soy, la verdadera esencia de mi ser, ese
que no siempre está bien, ese que a veces necesita llorar y que le permite al
cuerpo hacerlo, y que entiende que está bien, porque es necesario botar, limpiar y sacar afuera para que nada se muera
adentro y para que nazcan cosas nuevas; ese que se ocupa de sí mismo antes
de ayudar a otros porque comprende que es con él su primera responsabilidad y
que no es posible dar lo que no se tiene;
ese que acepta y respeta quien es y que no se traiciona a sí mismo por hacer
felices a los demás o por seguir el camino que ellos creen que es mejor que el
que recorre, porque valora quien es y se
quiere a sí mismo, por lo que sigue la ruta que su corazón le dicta; ese
que se detiene cuando necesita descanso y pide ayuda cuando la precisa, porque se quiere y se cuida.
Es tiempo de ir hacia adentro.
De valorar este espacio que me regala la vida, y que difícilmente se repetirá,
por lo menos no de esta manera. Es tiempo
de conectar con el alma, de escucharla en el silencio y darle aquello que
necesita; es tiempo de hacerme cariñito, de regalonearme, de amasarme. Demás
que el universo me quiere llevar a un nuevo equilibrio; no puedo hacerlas todas,
ni hacerlas todas a la vez jajajajaja, por ahí creo que va el mensaje (uno de
los mensajes); todo a su momento…Y así voy a aprendiendo a detenerme, a
mirarme, a escucharme, a disfrutarme; a conectar con aquello que me gusta, que
me hace bien, con lo que eleva, lo que me llena, y me voy conociendo, y
redescubriendo; y voy valorando y agradeciendo este tiempo, y lo voy abrazando,
y me lo vivo con conciencia, agradecimiento y alegría, pero en conexión con las
luces de las emociones.
Se me viene a la mente
un artículo que leí hace unos días que se titula “Los 10 mandamientos del siglo
XXI”, donde se propone un nuevo decálogo que permita integrarnos como
individuos que sirvan para sanar al colectivo entero. Estos serían los diez mandamientos a la luz del sol que alumbra hoy:
1.
No darás a nada ni a nadie el poder de
ser quien eres, no revestirás de poder
ningún símbolo ni te postrarás ante él: el mayor don de cada cual es el de la
responsabilidad sobre sí mismo. Nada fuera de ti te salvará, y si lo hace, es
porque te recordó tu propia potestad natural.
2.
No te pondrás a prueba si sabes de
antemano que no vas a cumplir lo que te prometiste. No prostituyas ni tu nombre ni tu palabra. No te
desprecies por ser quien eres y cultiva aquello que amas en ti.
3.
Santificarás cada día de tu vida, atesorarás cada momento del día, bendecirás cada
latido de tu corazón que hace que tu sangre fluya, es decir, que vivas. La vida
es pura fiesta, continua e inconmensurable. A pesar de que haya momentos
desagradables, siempre merece la alegría, que no la pena, vivirla.
4.
Honra tu capacidad de seguir adelante y
de superarte ante la adversidad.
Santifica tu pecho, lugar al que regresarás cada vez que estés dolido. Ama tu
capacidad de acción y también tu habilidad para acogerte a ti mismo.
5.
No matarás el espíritu genuino que hay
en ti, tu capacidad de entusiasmarte, tu niño
interior. Tampoco aniquilarás el de cada cual, más bien procurarás vivir
dejando que cada cual viva lo suyo, sin interceder ni modificar nada, y menos
aún si no fuiste invitado a hacerlo.
6.
No te traicionarás a ti mismo queriendo seguir el camino que otros
trillaron por pensar que es mejor que el que tú recorres. La vía hacia la
autenticidad transita sendas solitarias. Ya te encontrarás con otros compañeros
de viaje. De momento persevera en lo que eres, en lo que haces.
7.
Nada para ti que no sea tuyo. Nada para los otros que no venga de ti. Exige lo
que te mereces pero respeta lo que no te pertenece. No hay nada más triste que
apropiarte de los logros de otros. Busca los tuyos, brillan más que el oro.
8.
No mentirás, porque eso te divide a ti mismo entre lo que
vives y tu ficción insana por vivir otra cosa. Sé auténtico y amarás lo que te
rodea. Donde campa el amor, no hay lugar para la patraña. En lugar de
calumniar, busca materializar esa mentira en una verdad.
9.
No harás espacio en tu mente, en tu
pecho, en tu sexo ni en tu cuerpo que te divida y te haga dudar de quien eres: escúchate antes de actuar, siente después de cada
acción. Si no te acerca un paso más al centro de ti mismo, abandona. Que tus
acciones se parezcan cada vez más a quien realmente eres.
10. No consentirás que la envidia se destile en tu
hígado. No hay mayor desprecio hacia lo que uno es
que despreciar lo que se tiene. Cuida de tu parcela siendo siempre ejemplo de
ti mismo, así el mundo se convertirá en un inmenso jardín.
Al leer este decálogo me hizo mucho
sentido lo que estamos viviendo; este
tiempo que nos obliga a vernos, a ir hacia adentro, y que nos invita a cultivar
y venerar la divinidad de nuestro ser y a seguir los dictámenes del corazón,
sin cuestionarlos, con valentía y coraje; un tiempo que nos invita a mirarnos y
mostrarnos tal como somos, sin caretas, sin importar lo que los demás esperan/quieren
de/para nosotros; un tiempo que nos invita a
amar lo que somos y lo que no somos, y a entregar nuestros tesoros a los demás,
con humildad y respeto.
Siento que la invitación que nos hace el universo es a reconocer lo divino que hay
dentro de nosotros; a buscar en nuestro interior y no en el exterior, porque
todo lo que necesitamos para ser felices ya lo tenemos, está en nosotros. Creo
que la vida nos invita a valorarnos, respetarnos y amarnos - es hora de que
entendamos que sólo así podremos valorar, respetar y amar a otros - y nos insta
a compartir y entregar nuestros dones al mundo, con seguridad y convicción, de
esta forma podemos contribuir a hacer de este un mundo mejor.
Abracémonos, disfrutémonos,
amasémonos!!! Agradezcámosle a nuestro cuerpo y a nuestra alma lo fuerte y valiente
que han sido al soportar y sobreponerse a todas las tormentas que hemos enfrentado en esta vida; honremos nuestra capacidad de seguir adelante y
superarnos ante la adversidad. No demos nada por sentado ni restemos importancia lo que
hemos hecho al pensar que es lo que teníamos que hacer, démosle el valor que
corresponde! No olvidemos que nosotros no elegimos lo que nos toca vivir (sí
somos responsables y co-creadores de lo que nos pasa), pero elegimos como
enfrentarlo, por lo que sí tiene valor todo lo que hemos hecho. Y no es egoísmo
ni egocentrismo, es amor por nosotros mismos y los demás!!!!
Paulina