jueves, 30 de octubre de 2014

Abrazando la incertidumbre

La incertidumbre, una gran compañera de ruta

Hace unos días leí el blog de la Ji, una súper astrologa que escribía sobre la incertidumbre, sobre el gran potencial que nos ofrece este aire de cambio donde no podemos aferrarnos a nada externo…sólo a nuestro Yo Soy. También escribía sobre el momento bello e importante que estamos viviendo; este gran cierre de ciclo, tiempo de decir adiós y soltar, de transformar y limpiar; tiempo también de un nuevo comienzo, uno mucho más auténtico, que nos permite ser más libres y reconectar con nuestra capacidad de entregarnos a la experiencia de morir (cambiar) para renacer y así transformar.

Y pucha que me hizo sentido!!! En esa estoy, desde hace un buen rato. Sus palabras hicieron clic en mi mente y pusieron a vibrar mi corazón. Al final la vida es eso; miro a mi alrededor y todos estamos en la misma, viviendo en la incertidumbre, que no es mala ni buena, sólo es; depende de cómo la lleve (acepte) cada uno en su vida. Podemos quedarnos pegados en seguir intentando controlar y anticiparnos a todo lo que nos pasa, pero es imposible! y la vida se encargará de mostrarnos que así es…por lo menos conmigo lo ha hecho.

Antes que me diagnosticaran cáncer de mama, viví una etapa nebulosa que me hizo sentir en lo más hondo de mi ser el lado más complejo de la incertidumbre. Tuve que esperar más de dos semanas para saber qué le pasaba a mi cuerpo e incluso después de conocido el diagnostico continué en ascuas, casi hasta el día que me dieron el alta. Desde el comienzo de mi enfermedad, la incertidumbre se hizo reina y protagonista. Los extraños síntomas que presentaba (que detallo en mi post anterior, La llegada del cáncer), nos tenían a todos muy asustados y desconcertados.

El domingo 13 de abril llegué a la Clínica Santa María, acompañada (o mas bien “llevada”) por mis buenísimos amigos Dani y Marquitos. Me atendieron en urgencia y me recomendaron ver un psiquiatra, ya que los doctores sospechaban que tenía una crisis de angustia. Ese mismo día mis papas me fueron a buscar a la casa de Dani y Marcos y me llevaron a Valparaíso, a su casa. El lunes 14 fui a ver un psiquiatra que me recomendaron, quien, luego de hacerme varias preguntas, me dijo que lo mas probable era que estuviera experimentando una crisis conversiva. Al día siguiente (martes 15 de abril) ya no podía tragar ni una gota de agua, por lo que me fui de urgencia a la Clínica Reñaca.

Llegué a la Clínica Reñaca totalmente deshidratada y con la presión por las nubes, no tenía fuerzas para nada, por lo que me dejaron inmediatamente hospitalizada. Aquí pase 8 largos y tortuosos días. Luego de muchos exámenes, y varios días, me dijeron que lo más probable era que tuviera el síndrome de Guillain Barré por lo que me aplicaron un tratamiento con inmunoglobulina. Los días pasaban y yo estaba cada vez peor y los doctores no lograban confirmar este diagnóstico, por lo que no daban ninguna certeza de que el tratamiento que me estaban suministrando fuera el correcto.

Bajo este complejo escenario muchos amigos y familiares recomendaban que me fuera a Santiago, y considerando todos los problemas que habíamos tenido en esta Clínica, decidí irme al Hospital Clínico de la Universidad Católica. En la Clínica Reñaca me atendió un muy buen neurólogo, que me consta estaba muy comprometido con mi caso e hizo lo humanamente posible por ayudarme, pero que no daba abasto para atender a toda una Clínica; por otro lado, las enfermeras y paramédicos (no todas, como en todo hay excepciones), fueron muy poco amables, por decirlo de una manera suave. En resumen, no fue para nada una buena experiencia.

Al llegar a la Católica sentí inmediatamente un alivio en mi interior; nada había cambiado, físicamente seguía sintiéndome igual de mal, pero me sentía segura, el lugar y las personas me inspiraban confianza. Lo que se manifestó fue mi intuición. En este lugar todos eran un amor! Los médicos, enfermeras, paramédicos, las personas que hacían el aseo, los encargados de mantención, todos eran súper amorosos!!! Y eso realmente marca la diferencia. A los dos días de hospitalizada ya habían detectado mi tumor, y en dos días más me habían confirmado el cáncer. Unos días después me explicaron que mi cuerpo, para defenderse del tumor, había generado un síndrome paraneoplásico de Guillain Barré. Esto último fue lo más difícil de diagnosticar, ya que el síndrome se presentó en una variante muy atípica. Era primera vez que los doctores se enfrentaban a esta variante, y más extraño aún era que se presentara en un paciente con una enfermedad de base de cáncer. Por lo mismo, estaban aprendiendo conmigo. No tenían claridad de cómo se comportaría el síndrome ante el tratamiento de inmunoglobulina (que es el indicado para el Guillain Barré) y cómo reaccionaría mi cuerpo ante el tratamiento de quimioterapia para combatir el cáncer. Nuevamente aparecía la señorita incertidumbre, en gloria y majestad.

El plan inicial era aplicar la inmunoglobulina y comenzar en paralelo la quimioterapia, de manera que el síndrome fuera retirándose de mi cuerpo paulatinamente gracias al efecto de la inmunoglobulina y a la reducción del tumor, para así finalmente operar y extirpar lo que quedara de tumor. Pero las cosas no sucedieron como los doctores esperaban. El síndrome si bien en un comienzo se mostró en retirada, volvió a agredir mi cuerpo con más fuerza, lo que desconcertó a los doctores y los obligó a tomar medidas drásticas. La decisión fue realizar lo antes posible la operación, para extraer completamente el tumor y ver si así el síndrome dejaba de atacarme. Y gracias a dios, que iluminó a esos hombres, eso fue lo que sucedió.

La retirada del síndrome fue súper lenta, y lamentablemente nadie sabía de plazos, por lo que viví todo el tiempo que estuve hospitalizada (que fue algo más de 3 meses) una gran incertidumbre. Pase momentos súper duros, el síndrome realmente me complicó la existencia, pero a la vez me salvo. Estuve intubada y conectada a un respirador, tenía presiones altísimas, estaba todo el día mareada, veía doble, no podía tragar ni mi propia saliva, tuve que someterme a una traqueotomía y una gastrectomía…en fin, un tiempo nada fácil en que mi cuerpo físico y mi alma sufrieron un montón.

El primer mes fue del terror, estaba un día más o menos, al otro mal, y al otro peor. Todos los días pasaba algo nuevo, y lamentablemente eran siempre malas noticias, que obligaban a hacerme más exámenes y someterme a más procedimientos, que para mí eran una tortura ya que lo último que quería era que me movieran de mi cama debido a los molestos mareos. Ufff, de verdad que lo de los mareos fue todo un tema; en mi vida me había sentido tan incómoda! Estaba débil, no podía sostenerme en pie, mis venas ya no soportaban más agujas…simplemente ya no quería más guerra. Y lo peor era lidiar con la angustia de no saber qué pasaría, cuándo se iría el síndrome (ya dudaba que alguna vez se fuera), cuándo podría irme del hospital…sentía que no sabía nada, estaba agotada, realmente extenuada física, mental y espiritualmente.

Bueno, así estaba, en la más completa y absoluta incertidumbre, sufriendo una serie de molestos síntomas; con un equipo médico de lujo pendiente de mí, tratando de hacerme sentir lo más cómoda posible en mi estadía, con mucha gente apoyándome, y con mi cabeza a mil. Estaba preocupada y cansada, el síndrome no cedía, los síntomas iban y venían, no me daban tregua; y los doctores, que se enfrentaban por primera vez a un caso así, tampoco podían transmitirme la certeza que tanto anhelaba. El tiempo pasaba y empecé a perder la calma, a perder la paciencia y la fuerza que tuve inicialmente para hacer frente a la enfermedad, para dar la batalla; me empecé a desesperar, todo me molestaba, ya no quería hacer nada. Pero dios no abandona, y me envió un angelito de la guarda, la Xime.

La Xime, voluntariosa como ella sola, fue enviada por dios para hacerme recobrar mi fe. Ella ha tenido siempre una tremenda capacidad para leerme, puede verme incluso sin mirarme, y ahora entendía a la perfección lo que yo sentía y supo lo que tenía que hacer. Me levantó muchas veces; me ayudó a conectar de nuevo con mi espiritualidad, a recordar el camino que había recorrido y los aprendizajes que se habían forjado en mi ser; a recordar que yo era una mujer de fe. Y esto fue clave para mi recuperación; siento que después de esta crisis hubo un antes y un después, viví de otra manera muy distinta el resto de mi hospitalización.

En la primera etapa de mi hospitalización saque a la guerrera que llevo dentro, di la batalla con todo, siempre positiva, fuerte, optimista, me pare una y otra vez sin decaer. Luego toque fondo, perdí la esperanza y las ganas; me agoté. Pero aquí se produjo un punto de inflexión, un punto en el que incorporé un nuevo elemento a mi lucha, el más importante de todos: la fe. Y fue entonces cuando mi mente entendió y mi alma aceptó que todo esto era parte de un plan divino, un plan diseñado para que mi alma evolucionara, un plan donde estaba la voluntad de dios. Y así, acepté lo que me estaba pasando, me entregue a la voluntad de dios, confié en el universo y encontré la paz en mi interior. La calma volvió a mi ser y comencé a ver cosas que antes no era capaz de ver, empecé a ver maravillosos regalos, y me sentí afortunada, agradecida y bendecida por el universo.

La historia no fue nada fácil. Tuve que recorrer un largo y pedregoso camino, uno donde el universo me hizo sentir con fuerza el poder de la incertidumbre; me hizo entender que no podía aferrarme a nada externo, ni a un diagnóstico médico, ni a un doctor, ni a mi cuerpo físico, ni a la sensación de sentirme fuerte, joven y saludable, ni a la cómoda pieza donde estaba solita sin que nadie, según yo, “me molestara”, ni a las enfermeras del piso que ya eran mis amigas…las cosas cambiaron, una y mil veces, y a pesar de que en la Católica me dieron el diagnóstico correcto, tampoco me pudieron dar la certeza en cuanto a tiempos y etapas de recuperación que yo esperaba, y el universo me mostró que cada proceso tiene su tiempo, y esta no era la excepción.

Todo esto me llevo a aferrarme a mi fe, a mi Yo Soy, y me hizo soltar todos aquellos viejos patrones que regían mi mente y limitaban mi espíritu, esos en que necesitaba conocer y planificar todo lo que venía para sentirme segura, esos en que no quería que me sacaran de mis sitios de comodidad, esos en que no me permitía estar mal y me sentía culpable si algo en mi vida me hacía sentir que volvía atrás; y me permitió limpiar, desechar lo que ya no me hacía sentido y atesorar lo que me hacía vibrar, deje atrás a la vieja Paulina que necesitaba controlar cada aspecto de su vida y atesore a la mujer capaz de entregarse con fe al universo aunque no comprenda por qué ni para qué están sucediendo ciertas cosas en su vida y aunque no le guste lo que está viviendo y no lo esté pasando bien.

Siento que esta enfermedad, por esta y muchas cosas más, permitió transformarme, como lo hace la oruga cuando se transforma en mariposa; y empezar una nueva vida, una más auténtica porque me conozco muchísimo mejor, donde soy más libre porque me despoje de mucha mente que me ataba, donde sé que tengo la capacidad de entregarme a la experiencia de morir para renacer y así transformar.

Un abrazo lleno de amor y esperanza,

Paulina


sábado, 18 de octubre de 2014

La llegada del cáncer

Y contra todos mis pronósticos, el cáncer había llegado a mi vida…


Hace siete meses, en abril de 2014, me diagnosticaron cáncer de mama. Gracias a la generosidad del universo mi cáncer fue detectado a tiempo, y aquí quiero detenerme, porque fue literalmente gracias a la generosidad del universo…

Dos meses antes de saber de mi cáncer (en febrero de este año) me di cuenta que había aparecido un poroto de un tamaño considerable en mi mama izquierda, por lo que consulté un ginecólogo. Éste, luego de realizarme una ecotomografía mamaria, me dijo que lo más probable era que mi tumor fuera benigno, ya que tenía movilidad, y me pidió que me realizara una mamografía para confirmar el diagnóstico. Luego, con el resultado de este último examen, el doctor me confirmo que no tenía nada de qué preocuparme, ya que no se veía nada extraño en el examen (gracias Pilita por acompañarme!). Por ser un tema delicado, y a sugerencia de mis amigas, consulte una segunda opinión. Esta vez fui acompañada de la Marce y con mamografía en mano; y el nuevo doctor, que se limitó a ver el examen sin siquiera examinarme, dio su diagnóstico: un quiste de agua, que por cierto, se disolvería solo. Con dos opiniones “expertas” me sentí tranquila y aliviada.

Primera reflexión: debemos conocer nuestro cuerpo y hacernos cargo de mantenerlo sano, con todo lo que eso implica. No tenía forma de saber que aquel poroto extraño que apareció repentinamente en mi mama era un cáncer, pero si podría haberme involucrado de otra forma en los diagnósticos que me dieron los doctores para explicarlo, y para ser honesta, no lo hice por miedo. Tenía 31 años, me sentía sana, vivía sola, feliz, en un departamento y un barrio que me encantaban, tenía un buen trabajo, estaba descubriendo cosas maravillosas, estaba encantada de la vida!!! Nunca se me pasó por la mente la posibilidad de que un tumor maligno estuviera creciendo dentro de mi cuerpo…he aquí mi primer error. Y no se trata de ser positiva o pesimista, se trata de abrirse a todas las posibilidades para ver, se trata de aceptar, y para una virgo controladora como yo, esta es una tarea algo difícil.

De esta manera, cubriendo mi miedo de positivismo, me predispuse a escuchar lo que yo quería escuchar, y las respuestas que me dieron ambos doctores calzaron perfecto con la historia que me había pintado en mi mente, por lo que cuando los escuche, ni siquiera se me ocurrió preguntarles que antecedentes tenían para descartar un cáncer (ya que esa para mí no era una opción), ni siquiera me cuestioné que no me realizaran una biopsia. A esto me refiero con que debemos hacernos cargo nosotros de mantener sano nuestro cuerpo, no podemos depositar el tesoro de nuestra salud en manos de otros, ni desentendernos de lo que nos dicen respecto a él; debemos hacernos cargo de atenderlo y escucharlo, abriendo los ojos y el corazón aunque nos muestre algo que no queramos ver.

Ay Pily si te hubiera escuchado! Si hubiera consultado esa tercera opinión…Pero bueno, no soy de las que lloran sobre la leche derramada, y soy una convencida que todo pasa por algo, y más que por algo, PARA algo, así que estoy segura que esta historia sucedió tal como tenía que ser, no me cabe duda de eso.

Bueno, como el cuerpo es sabio, el mío comenzó a defenderse del cáncer que estaba creciendo dentro de él y me dio varias señales, que yo, lamentablemente, no quise ni supe ver ni escuchar. Los síntomas duraron dos semanas aproximadamente, pero fueron súper agresivos.

Todo comenzó un día viernes, al salir de la pega, fui a despedirme de la Xime (mi queridísima jefa y amiga), y note que hablaba más lento de lo normal, algo que nunca me había pasado…supuse que era cansancio. Emprendí mi viaje de Santiago a Valparaíso, y cuando llegué a la casa de mis papas me di cuenta que continuaba esta extraña sensación al hablar; se los comenté pero ellos no notaban ningún cambio en mi modo de hablar, así que deje de preocuparme. Al día siguiente me junte con mis amigas a almorzar, y como seguía con esta molesta y extraña sensación de hablar más lento de lo normal, les hice el comentario; ahí me di cuenta que no podía pronunciar la letra R, cosa que también les dije. Entre risas y bromas especulamos varias teorías, pero todas coincidieron en que debía consultar un doctor, incluso la Ale me mando directo a un neurólogo y me hizo saber su preocupación.

Como soy porfiada y pienso que siempre puedo resolverlo todo por mí misma, pensé que esto no era la excepción. Seguí con mi teoría de que lo que me estaba sucediendo era producto del cansancio, y como el ritmo de mis palabras volvió a la normalidad (aunque no así el tema de la R), lo deje en el olvido. Pero mi cuerpo continuó enviando señales, y cada vez me hablaba más fuerte. Así, comenzaron los problemas para dormir y para comer, los mareos y para que decir el cansancio. Al principio me despertaba en mitad de la noche sin razón aparente y me costaba volver a quedarme dormida, pero finalmente me vencía el sueño y volvía a entregarme a los brazos de Morfeo. También empezaron los problemas para tragar; no podía comer cosas muy ásperas o duras, se me atoraban en la garganta, así que opte por evitarlas (asunto “arreglado”!). Pero con el tiempo (en la segunda semana), los síntomas se hicieron más fuertes y estaban afectando mi vida de forma considerable. Dormía dos o tres horas diarias, lo único que podía tragar eran líquidos (sopas, jaleas, yogurth), despertaba súper mareada y me sentía muy débil. Así, como podía, continué con mis actividades, iba a trabajar, me juntaba con mis amigas, iba a yoga (cosa que me daba algo de energía), y a medida que pasaba el día me iba sintiendo mejor.

Llegó el fin de semana, y pensé “esta es la mía”! ahora descanso y recargo pilas, y se irán todas las molestias y volveré a sentirme bien, como antes. Para empezar, el sábado en la mañana fui a darme un masaje (ay como me encantan!), para botar tensiones y hacerme un regaloneo, y luego me fui a almorzar con mi amiga Pily. Comí lo que pude (ya no podía tragar casi nada sin ahogarme), conversamos, nos reímos, vimos fotos e hicimos recuerdos de nuestros viajes y luego, cuando el cansancio me venció, me fui a casa para seguir con mi ritual de auto-sanación; esta vez me tocaba darme un baño de tina con sales y vinagre, para sacar todas las vibras ajenas que pudieran estar afectándome. Así lo hice, prendí velas, puse una música agradable, y luego me fui a dormir. Esa noche fue del terrorrrrr!!!  No pude pegar un ojo, me la pase en el baño intentando vomitar y rezando para no desmayarme, por primera vez estaba asustada. Espere que se hiciera de día para partir al hospital, esta vez (por fin!) había entendido que necesitaba ver un doctor, y justo cuando estaba animándome a levantarme, mi buena amiga Dani me mando un WhatsApp, así que le conté en lo que estaba. Creo que no pasaron ni 10 minutos cuando ya estaba en mi casa con Marcos como ambulancia, listos para llevarme al hospital (gracias amigos, fueron unos ángeles!!!).

Como les comentaba, descubrí mi cáncer gracias a la generosidad del universo, ya que si mi cuerpo no hubiera manifestado con fuerza estos molestos y agresivos síntomas, nunca habría visto un doctor. La historia de cómo llegaron al diagnóstico de cáncer de mama la dejo para otro post.

Segunda reflexión: escucha tu cuerpo!!! Tu cuerpo te habla, y si no lo escuchas te habla más fuerte. No esperes que llegue a gritarte para escucharlo, ¿por qué no hacerlo antes? Creo que con mi historia quedó más que claro no?

Para terminar, me gustaría comentarles que, por lo que he visto y por mi propia experiencia, creo que como mujeres (jóvenes principalmente) estamos muy desprovistas de información. Ginecólogos, medios de comunicación, incluso instituciones dedicadas a apoyar a mujeres con cáncer de mama, llaman a las mujeres mayores de 40 a realizarse la mamografía, con lo cual desinforman a quienes tenemos menos de esa edad. ¿Acaso una mujer menor de 40 años no puede desarrollar un cáncer de mama? Ciertamente esto no es así; yo tenía 31 años cuando me lo detectaron, y así como yo hay muchos otros casos, de mujeres incluso menores de 30! Se de casos en que ginecólogos incluso se han negado a realizar mamografías a mujeres menores de 40 por que según ellos la exposición de la radiación a ésta, antes de los 40, es en sí misma un factor de riesgo de futuro cáncer; y muchos otros en que simplemente se limitan a decir “antes de los 40, no tienes de que preocuparte”. Qué es esoooo!!! Qué derecho tiene otro a decidir sobre nuestro cuerpo, sobre nuestra vida!!! Como dijo mi amiguita del alma Alejandra: nunca creamos que un médico sabe más de nuestro propio cuerpo, que nosotras mismas!

Por eso creo en la importancia de este espacio, por que como mujeres podemos ir ayudándonos, apoyándonos, transmitiendo conocimientos, compartiendo experiencias, empoderándonos de nuestros cuerpos y de nuestras vidas a través del auto-conocimiento…podemos ir haciendo tribu

Un gran abrazo,

Paulina