La
incertidumbre, una gran compañera de ruta
Hace unos días leí el blog de la Ji, una súper astrologa que
escribía sobre la incertidumbre, sobre el
gran potencial que nos ofrece este aire de cambio donde no podemos aferrarnos a
nada externo…sólo a nuestro Yo Soy. También escribía sobre el momento bello
e importante que estamos viviendo; este gran cierre de ciclo, tiempo de decir
adiós y soltar, de transformar y limpiar; tiempo también de un nuevo comienzo,
uno mucho más auténtico, que nos permite ser más libres y reconectar con
nuestra capacidad de entregarnos a la experiencia de morir (cambiar) para
renacer y así transformar.
Y pucha que me hizo sentido!!! En esa estoy, desde hace un
buen rato. Sus palabras hicieron clic en mi mente y pusieron a vibrar mi corazón.
Al final la vida es eso; miro a mi alrededor y todos estamos en la misma,
viviendo en la incertidumbre, que no es mala ni buena, sólo es; depende de cómo
la lleve (acepte) cada uno en su vida. Podemos quedarnos pegados en seguir
intentando controlar y anticiparnos a todo lo que nos pasa, pero es imposible!
y la vida se encargará de mostrarnos que así es…por lo menos conmigo lo ha
hecho.
Antes que me diagnosticaran cáncer de mama, viví una etapa
nebulosa que me hizo sentir en lo más hondo de mi ser el lado más complejo de
la incertidumbre. Tuve que esperar más de dos semanas para saber qué le pasaba
a mi cuerpo e incluso después de conocido el diagnostico continué en ascuas, casi
hasta el día que me dieron el alta. Desde el comienzo de mi enfermedad, la
incertidumbre se hizo reina y protagonista. Los extraños síntomas que
presentaba (que detallo en mi post anterior, La llegada del cáncer), nos tenían a todos muy asustados y desconcertados.
El domingo 13 de abril llegué a la Clínica Santa María,
acompañada (o mas bien “llevada”) por mis buenísimos amigos Dani y Marquitos.
Me atendieron en urgencia y me recomendaron ver un psiquiatra, ya que los
doctores sospechaban que tenía una crisis de angustia. Ese mismo día mis papas
me fueron a buscar a la casa de Dani y Marcos y me llevaron a Valparaíso, a su
casa. El lunes 14 fui a ver un psiquiatra que me recomendaron, quien, luego de
hacerme varias preguntas, me dijo que lo mas probable era que estuviera experimentando
una crisis conversiva. Al día siguiente (martes 15 de abril) ya no podía tragar
ni una gota de agua, por lo que me fui de urgencia a la Clínica Reñaca.
Llegué a la Clínica Reñaca totalmente deshidratada y con la
presión por las nubes, no tenía fuerzas para nada, por lo que me dejaron
inmediatamente hospitalizada. Aquí pase 8 largos y tortuosos días. Luego de
muchos exámenes, y varios días, me dijeron que lo más probable era que tuviera
el síndrome de Guillain Barré por lo que me aplicaron un tratamiento con inmunoglobulina.
Los días pasaban y yo estaba cada vez peor y los doctores no lograban confirmar
este diagnóstico, por lo que no daban ninguna certeza de que el tratamiento que
me estaban suministrando fuera el correcto.
Bajo este complejo escenario muchos amigos y familiares
recomendaban que me fuera a Santiago, y considerando todos los problemas que
habíamos tenido en esta Clínica, decidí irme al Hospital Clínico de la
Universidad Católica. En la Clínica Reñaca me atendió un muy buen neurólogo,
que me consta estaba muy comprometido con mi caso e hizo lo humanamente posible
por ayudarme, pero que no daba abasto para atender a toda una Clínica; por otro
lado, las enfermeras y paramédicos (no todas, como en todo hay excepciones),
fueron muy poco amables, por decirlo de una manera suave. En resumen, no fue
para nada una buena experiencia.
Al llegar a la Católica sentí inmediatamente un alivio en mi
interior; nada había cambiado, físicamente seguía sintiéndome igual de mal,
pero me sentía segura, el lugar y las personas me inspiraban confianza. Lo que
se manifestó fue mi intuición. En este lugar todos eran un amor! Los médicos,
enfermeras, paramédicos, las personas que hacían el aseo, los encargados de
mantención, todos eran súper amorosos!!! Y eso realmente marca la diferencia. A
los dos días de hospitalizada ya habían detectado mi tumor, y en dos días más
me habían confirmado el cáncer. Unos días después me explicaron que mi cuerpo,
para defenderse del tumor, había generado un síndrome paraneoplásico de
Guillain Barré. Esto último fue lo más difícil de diagnosticar, ya que el
síndrome se presentó en una variante muy atípica. Era primera vez que los
doctores se enfrentaban a esta variante, y más extraño aún era que se
presentara en un paciente con una enfermedad de base de cáncer. Por lo mismo,
estaban aprendiendo conmigo. No tenían claridad de cómo se comportaría el
síndrome ante el tratamiento de inmunoglobulina (que es el indicado para el
Guillain Barré) y cómo reaccionaría mi cuerpo ante el tratamiento de
quimioterapia para combatir el cáncer. Nuevamente aparecía la señorita
incertidumbre, en gloria y majestad.
El plan inicial era aplicar la inmunoglobulina y comenzar en
paralelo la quimioterapia, de manera que el síndrome fuera retirándose de mi
cuerpo paulatinamente gracias al efecto de la inmunoglobulina y a la reducción
del tumor, para así finalmente operar y extirpar lo que quedara de tumor. Pero
las cosas no sucedieron como los doctores esperaban. El síndrome si bien en un
comienzo se mostró en retirada, volvió a agredir mi cuerpo con más fuerza, lo
que desconcertó a los doctores y los obligó a tomar medidas drásticas. La
decisión fue realizar lo antes posible la operación, para extraer completamente
el tumor y ver si así el síndrome dejaba de atacarme. Y gracias a dios, que
iluminó a esos hombres, eso fue lo que sucedió.
La retirada del síndrome fue súper lenta, y lamentablemente
nadie sabía de plazos, por lo que viví todo el tiempo que estuve hospitalizada (que
fue algo más de 3 meses) una gran incertidumbre. Pase momentos súper duros, el
síndrome realmente me complicó la existencia, pero a la vez me salvo. Estuve
intubada y conectada a un respirador, tenía presiones altísimas, estaba todo el
día mareada, veía doble, no podía tragar ni mi propia saliva, tuve que
someterme a una traqueotomía y una gastrectomía…en fin, un tiempo nada fácil en
que mi cuerpo físico y mi alma sufrieron un montón.
El primer mes fue del terror, estaba un día más o menos, al
otro mal, y al otro peor. Todos los días pasaba algo nuevo, y lamentablemente
eran siempre malas noticias, que obligaban a hacerme más exámenes y someterme a
más procedimientos, que para mí eran una tortura ya que lo último que quería
era que me movieran de mi cama debido a los molestos mareos. Ufff, de verdad
que lo de los mareos fue todo un tema; en mi vida me había sentido tan
incómoda! Estaba débil, no podía sostenerme en pie, mis venas ya no soportaban
más agujas…simplemente ya no quería más guerra. Y lo peor era lidiar con la
angustia de no saber qué pasaría, cuándo se iría el síndrome (ya dudaba que
alguna vez se fuera), cuándo podría irme del hospital…sentía que no sabía nada,
estaba agotada, realmente extenuada física, mental y espiritualmente.
Bueno, así estaba, en la más completa y absoluta
incertidumbre, sufriendo una serie de molestos síntomas; con un equipo médico
de lujo pendiente de mí, tratando de hacerme sentir lo más cómoda posible en mi
estadía, con mucha gente apoyándome, y con mi cabeza a mil. Estaba preocupada y
cansada, el síndrome no cedía, los síntomas iban y venían, no me daban tregua;
y los doctores, que se enfrentaban por primera vez a un caso así, tampoco
podían transmitirme la certeza que tanto anhelaba. El tiempo pasaba y empecé a
perder la calma, a perder la paciencia y la fuerza que tuve inicialmente para
hacer frente a la enfermedad, para dar la batalla; me empecé a desesperar, todo
me molestaba, ya no quería hacer nada. Pero dios no abandona, y me envió un
angelito de la guarda, la Xime.
La Xime, voluntariosa como ella sola, fue enviada por dios
para hacerme recobrar mi fe. Ella ha tenido siempre una tremenda capacidad para
leerme, puede verme incluso sin mirarme, y ahora entendía a la perfección lo
que yo sentía y supo lo que tenía que hacer. Me levantó muchas veces; me ayudó
a conectar de nuevo con mi espiritualidad, a recordar el camino que había
recorrido y los aprendizajes que se habían forjado en mi ser; a recordar que yo
era una mujer de fe. Y esto fue clave para mi recuperación; siento que después
de esta crisis hubo un antes y un después, viví de otra manera muy distinta el
resto de mi hospitalización.
En la primera etapa de mi hospitalización saque a la
guerrera que llevo dentro, di la batalla con todo, siempre positiva, fuerte,
optimista, me pare una y otra vez sin decaer. Luego toque fondo, perdí la
esperanza y las ganas; me agoté. Pero aquí se produjo un punto de inflexión, un
punto en el que incorporé un nuevo elemento a mi lucha, el más importante de
todos: la fe. Y fue entonces cuando mi
mente entendió y mi alma aceptó que todo esto era parte de un plan divino, un
plan diseñado para que mi alma evolucionara, un plan donde estaba la voluntad
de dios. Y así, acepté lo que me estaba pasando, me entregue a la voluntad de
dios, confié en el universo y encontré la paz en mi interior. La calma volvió a
mi ser y comencé a ver cosas que antes no era capaz de ver, empecé a ver
maravillosos regalos, y me sentí afortunada, agradecida y bendecida por el
universo.
La historia no fue nada fácil. Tuve que recorrer un largo y
pedregoso camino, uno donde el universo
me hizo sentir con fuerza el poder de la incertidumbre; me hizo entender que no
podía aferrarme a nada externo, ni a un diagnóstico médico, ni a un doctor,
ni a mi cuerpo físico, ni a la sensación de sentirme fuerte, joven y saludable,
ni a la cómoda pieza donde estaba solita sin que nadie, según yo, “me
molestara”, ni a las enfermeras del piso que ya eran mis amigas…las cosas
cambiaron, una y mil veces, y a pesar de que en la Católica me dieron el
diagnóstico correcto, tampoco me pudieron dar la certeza en cuanto a tiempos y
etapas de recuperación que yo esperaba, y el universo me mostró que cada
proceso tiene su tiempo, y esta no era la excepción.
Todo esto me llevo a
aferrarme a mi fe, a mi Yo Soy, y me
hizo soltar todos aquellos viejos patrones que regían mi mente y limitaban mi
espíritu, esos en que necesitaba conocer y planificar todo lo que venía
para sentirme segura, esos en que no quería que me sacaran de mis sitios de
comodidad, esos en que no me permitía estar mal y me sentía culpable si algo en
mi vida me hacía sentir que volvía atrás; y
me permitió limpiar, desechar lo que ya no me hacía sentido y atesorar lo que
me hacía vibrar, deje atrás a la vieja Paulina que necesitaba controlar
cada aspecto de su vida y atesore a la mujer capaz de entregarse con fe al
universo aunque no comprenda por qué ni para qué están sucediendo ciertas cosas
en su vida y aunque no le guste lo que está viviendo y no lo esté pasando bien.
Siento que esta enfermedad, por esta y
muchas cosas más, permitió transformarme, como lo hace la oruga cuando se
transforma en mariposa; y empezar una nueva vida, una más auténtica porque me
conozco muchísimo mejor, donde soy más libre porque me despoje de mucha mente
que me ataba, donde sé que tengo la capacidad de entregarme a la experiencia de
morir para renacer y así transformar.
Un abrazo lleno de amor y esperanza,
Paulina
Hola Paulina!
ResponderEliminarYo también sigo a la Ji, ella es mi cable a tierra y cada semana como que me lee la mente y publica alguna respuesta que yo necesito.
Y esta semana estaba tu blog.
Podría decirte que nos une el cancer, pero yo en verdad no tengo ni he tenido cancer.
Mi mamá fallecio en abril despues de 2 años de dar una inmensa pelea, de cancer de utero.
Decidió dejarse ir en la mañana del 27 de abril, y sólo puedo decir que este periodo ha sido el mas duro de mi vida.
Solo puedo agradecer la inmensa oportunidad que tuve de cuidarla y de estar ahí para ella, pero en verdad siento que fue para mi, fue el hermoso regalo que ella me dio, pues me dejo estar ahí.
Gracias por compartir tu historia y tu inmensa sabiduría.
Gracias por crear esta TRIBU desde el utero que es nuestra identidad de mujer.
Me siento acompañada e informada.... son tan ciertas tus palabras, el cuerpo te habla y debes aprender a escucharlo.
Gracias de nuevo nos leemos pronto.
Loreto.
Hola Loreto!
ResponderEliminarQue lindo leerte, que lindo saber que tengas la capacidad de abrazar el regalo que tu madre te dejo y agradecerlo a la vida...me suenas a paz...
Me alegra un monton que seas parte de esta Tribu y que en ella te sientas acompañada e informada; somos compañeras de vida ♥
Un abrazo cariñoso